¿Sabías que el ayate de San Juan Diego con la imagen plasmada de la Virgen de Guadalupe sufrió un atentado a principios del siglo pasado? Aquí te contamos la historia.
Todo ocurrió un 14 de noviembre de 1921, cuando Luciano Pérez Carpio dejó un ramo de flores al pie del altar donde se encontraba la imagen de la Virgen de Guadalupe en su antigua Basílica.
Ese ramo de flores tenía dentro dinamita, por lo que, segundos después de que Luciano lo dejó, se escuchó una estruendosa detonación proveniente de aquel sitio.
Los presentes buscaron inmediatamente la venerada imagen tanto para protegerla como para observar el daño causado a la misma, sin embargo, como por acto divino, el ayate permaneció intacto y sin sufrir ningún percance. No obstante cerca de la “Morenita del Tepeyac” se encontraba un Cristo de bronce, el cual se deformó a manera de arco.
“Alrededor de las 10:30 de la mañana estalló una bomba de dinamita que se hallaba oculta entre las flores. Los desperfectos fueron las gradas del altar, que son de mármol, en los candeleros de latón y en esta Sagrada Imagen de Ntro. Señor Crucificado que retorcida cayó al suelo. El cristal del cuadro de Ntra. Señora ni siquiera se estrelló”, reza la descripción del que a partir de ese momento se conoció como “El Cristo del Atentado”.
Para los guadalupanos, como se conoce a quienes son creyentes de la Virgen María en su advocación de Guadalupe, esto no sólo se trató de un milagro, sino de la representación simbólica del amor que el hijo de Dios tiene por su madre.
Con respecto al responsable, diversas fuentes consultadas refieren que el encargado de la Basílica recibió una llamada del propio presidente de la República, Álvaro Obregón, quien le había ordenado proteger a Luciano, secretario particular del mandatario cuya postura anticlerical era bien sabida, incluso años después esa postura sería la causa de su asesinato.
En los días posteriores, al no ser atrapado el responsable del atentado a la imagen, los feligreses, convocados por la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, marcharon para exigir la detención del culpable. El suceso se recordaba en diversas ocasiones, sin embargo, no se cuenta con datos precisos de una resolución al respecto por parte de autoridades gubernamentales.
Sin embargo, en 1926 para proteger la sagrada imagen de ataques similares, el arzobispo José Mora y del Río dispuso que se realizaría una copia idéntica, para lo cual comisionó secretamente a Rafael Aguirre Moctezuma, artista poblano.
A su vez, la imagen original se resguardó en la calle República de El Salvador, en lo que hoy es el Centro Histórico de la Ciudad de México, en la casa del ingeniero Luis Felipe Murguía, dentro de un ropero, cubierto de telas de seda y envuelto en jerga gruesa. Dicho resguardo permaneció hasta 1929 cuando el ayate original ocupó de nuevo su sitio.
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