Soy Omar Carrillo Ricci, vivo en la ciudad de Shanghái, China, y llegué a México el 8 de febrero. Volé de China a Seúl. Está difícil salir por las restricciones sanitarias.
El lunes 10 le solicité al gobierno que me hicieran la prueba de coronavirus porque tengo síntomas muy leves, como de una gripa o menos, pero como vengo de China pedí ayuda.
En la oficina que instalaron las autoridades para darme indicaciones no me podían asegurar que me recibieran. Lo que hice fue llamar a los hospitales del IMSS que me quedaban cerca: el de Xola y Gabriel Mancera y a la clínica de Gabriel Mancera y San Borja, en Benito Juárez, pero como no soy derechohabiente no me recibían.
Decidí ir al Hospital General, porque son instalaciones para personas sin seguridad social. Fui a pie para evitar el contacto con más gente.
Entendieron la situación e iniciaron un protocolo de atención. Primero pasé a un cuarto aislado mientras se preparaban y después a una habitación de primer nivel en el área de neumología.
Noté que el personal sigue el protocolo, aunque lucha con pocos recursos destinados a la contingencia. La atención fue fenomenal ese día. En menos de tres horas, con el apoyo de las doctoras Velázquez Valassi y Paola Campos, me atendieron tres especialistas y ahora estoy en piso, aislado.
Ahí me tomaron muestras de faringe y nariz, que fueron llevadas al Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre) para las pruebas que confirmen o descarten coronavirus.
Ayer se cumplieron dos días en completo aislamiento, de una espera cardiaca por los resultados de coronavirus. Hice público mi caso en Twitter porque vengo de un país que está batallando duro contra el coronavirus y cuando llegué a México vi que mi país no está preparado para recibir la contingencia.
Nadie me preguntó de dónde venía, no vi personal de sanidad internacional, tampoco se comunicaron conmigo y me encontré con algunos obstáculos burocráticos al intentar hacerme la prueba.
Heraldo de México
