Lo único que le dejó a Dobri Dobrev la Segunda Guerra Mundial fue una casi pérdida de la audición y una nueva perspectiva de la vida. Durante varios años, el hombre se dedica a pedir dinero a los transeúntes. Todo lo recaudado lo dona a orfanatos.
Su rutina comienza por la mañana en Baylovo, un pueblo desde el que viaja al menos 24 kilómetros a pie hasta la ciudad de Sofía en Bulgaria.
Además de dar de comer a las palomas, el anciano de 101 años de edad coloca un pequeño recipiente de metal en el suelo o en sus manos y solicita a las personas que le den alguna moneda.
Nada se lo queda
A lo largo de los años ha logrado reunir el equivalente a más de un millón de pesos que suele regalar a los orfanatos que no pueden pagar sus cuentas y se encuentran en peligro de cerrar.
Su labor ha ocasionado que algunos lo llaman “El santo de Baylovo” e incluso hay un mural que lo representa con una vela en la mano y dos palomas a fin de reconocer su labor.
Dobrev no se queda con ningún centavo de las sumas que recolecta y come de la caridad de la gente que le ofrece algún plato de comida o vaso de agua.
El hombre acepta cualquier muestra de generosidad de la gente, pero el dinero lo destina únicamente para estos centros que se ocupan de los niños. Su raída vestimenta, sus zapatos sucios y larga caballera es muestra de esto.
No se sabe exactamente cuánto tiempo el anciano ha marchado por las calles; sin embargo es uno de los iconos más reconocidos por la comunidad, en donde también es llamado “abuelo Dobri“.
HERALDO DE MÉXICO