A los 75 años y tras cinco décadas de trayectoria, Julio Iglesias continúa actuando internacionalmente gracias a un impulso apasionado y, sobre todo, a una disciplina implacable. Es algo que el cantante español dice que tuvo que aprender muy temprano, luego que un accidente casi fatal frustró sus planes de ser futbolista profesional.
“En realidad, mi vida ha sido un milagro”, dice Iglesias al recordar cómo pasó “meses y meses” en cama sin poder moverse, y entonces requirió de bastones para caminar por más de dos años.
El “mágico” accidente –como lo llama hoy– le robó la fuerza física y la vida que conocía, pero también le proporcionó mayor conciencia sobre las dificultades de otros y lo ayudó a aprender a luchar, a escuchar, a mirar a la gente a los ojos. “Miras diferente la vida, y aprendes a vivir otra vez”, dice Iglesias.
También lo puso en el camino de la música. Mientras Iglesias tenía problemas para mover los brazos y los dedos, el practicante de su padre médico le obsequió una vieja guitarra que tenía.
“Aprendí cinco o seis armonías, no te creas que aprendí mucho más, porque no podía mover los dedos con tanta velocidad. Por eso mis primeras canciones tienen dos o tres armonías”, rememora el cantante entre risas.
Pero esos pocos acordes bastaron para lanzar una carrera impresionante. Iglesias, quien también estudió derecho, debutó en 1969 con el álbum “Yo canto” y llegó a convertirse en uno de los artistas más exitosos del mundo, con más de 250 millones de discos en 14 idiomas vendidos. Ha recibido reconocimientos que incluyen la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de España, el título de caballero de Legión de Honor de Francia y, a principios de este año, el Premio a la Trayectoria en los Grammy.
Actualmente está de gira en Europa en antesala a una serie de conciertos en Estados Unidos que comienzan el 14 de septiembre en Boston.
¿Cómo lo hace?
“Me costaba todo mucho más trabajo, me costaba todo mucho más esfuerzo. Entonces llegué a entender que la única base que sustentaba mi futuro era la disciplina. Y la disciplina la mantengo hoy con 75 años”, asegura. “Es decir, el salir al escenario a cantar es un acto de disciplina y de pasión absoluta. La pasión es natural, pero la disciplina es voluntad, es una cosa que no se aprende, se tiene”.
En una entrevista reciente con AP desde República Dominicana, donde vive, Iglesias conversó sobre su vida, su carrera, su familia y sus arrepentimientos. Las declaraciones han sido editadas para mayor claridad y brevedad.
– Han pasado 50 años desde el lanzamiento de “Yo canto” y aquí está, todavía cantando. Aparte de disciplina, ¿qué más le ha funcionado? ¿Algún consejo para las generaciones más jóvenes?
– Es muy fácil aconsejar… pero aconsejar a la gente joven es muy difícil. Yo tengo dos hijos mayores que cantan, Julio y Enrique, y no admiten consejos. Ninguno. Y cuando empezamos a hablar de música la conversación se va para otros lares, para otros lugares, porque ellos necesitan su propio albedrío y la libertad absoluta de elegir lo que les gusta. Eso es importante.
– ¿Cómo desarrolló ese estilo de cantar tan único?
– No sé si será único pero es el único que sé (risas). ¿Tú sabes? En la vida el ser natural es importantísimo, porque es lo que te crea un estilo. Bueno o malo, gusta o no gusta, pero el estilo debe ser inconfundible. Cuando hablamos de Pavarotti, de Plácido, de Carreras, o hablamos de Bocelli, hablamos fundamentalmente de grandísimos estilos. Yo pienso que el estilo es más importante que la voz.
– En retrospectiva, ¿algo de lo que se arrepienta en su vida o su carrera?
– Yo creo que me arrepiento de no haber aprovechado mejor el tiempo, la solidez del tiempo, la intención del tiempo. Por eso no me gusta tanto dormirme ya. Si yo iba a saber que iba a ser músico a los 20 años pues hubiera entrado en el piano, hubiera entrado más en la guitarra, hubiera perfeccionado lo que es la música para saber más de la música.
– Pero aquí está 50 años después, como uno de los artistas más grandes del mundo. No le fue tan mal…
– No, pero yo creo que hay que aprender, y aprender lo más posible, y saber aprender. El otro día estaba pensando cuando tuve un éxito grande americano con el disco “1100 Bel Air Place”. Me acuerdo que hice como 12 o 14 conciertos seguidos en Universal Amphitheater y que venían a verme Gene Kelly, Fred Astaire, Bob Hope, artistas históricos que ya se han muerto… que pasaron en mi vida para verme y no tuve tiempo ni me pasé, ni me paré para cenar con ellos esa noche, para que me contaran cosas, para aprender.
– Su carrera lo tuvo viajando constantemente. ¿Le hubiera gustado poder pasar más tiempo con su familia?
– Mira, yo no pienso _ y lo digo bien claro siempre _ que eso haya afectado mi relación con mis hijos. Todo lo contrario. Enrique (es) cantante, Julio (es) cantante, Chabeli hizo televisión muchísimos años. Después tengo a Miguel, que es el único que no le gusta cantar. Tengo a Rodrigo, (que) le encanta la música. Después tengo a las niñas, que ahora están que quieren ser modelos… Tengo al pequeñito Guillermo que toca el piano, que toca la batería, que es músico natural. Todas esas cosas se producen porque yo abro una carretera que hace que las gentes no tengan que abrirla. Después por supuesto tienen que seguirla, y tienen que aumentarla, y tienen que buscar otros caminos, y separarse de ese camino. Pero eso abre una puerta que es la puerta de la luz, y la puerta de la luz es mágica. Si hubiera cuidado mucho más de mis hijos, mis hijos no tendrían luces… y yo hubiera perdido el tiempo.
– Como dijo, algunos de sus hijos son cantantes, pero aún no ha colaborado musicalmente con ellos. ¿Algún plan de que eso cambie?
– Ellos están libres, mi amor, es la libertad absoluta. ¿Cómo yo voy a decirle a mi hijo Enrique ‘vamos a cantar’? No, no, me manda a la m… (risas).
– A los 75, ¿qué le falta por hacer a Julio Iglesias?
– Muchas cosas. A mí me gusta mucho leer; ya no leo tanto. Me gustaba mucho viajar; viajo menos. En realidad el tiempo pone muchas cosas en su lugar. Las escaleras pues son mucho más largas que antes, y cuando las bajas son más empinadas. Todo después de los 65 años empieza a ser una parte de tu vida que la tienes que legitimizar a base de disciplina. Y dar las gracias continuamente. En realidad mi vida ha sido un milagro, ¡pero un milagro auténtico! Casi diría que es una novela, porque es una persona que juega al fútbol, que tiene un accidente y casi se muere, que hace la carrera de derecho y que empieza a cantar, que no sabe cantar y canta, que no sabe andar y corre, que era un flaquito y se hace más fuerte. ¡Yo no era nadie! Y sigo siendo nadie, porque en el fondo todos somos nadie. En el fondo las gentes nos hacen alguien.
La Jornada