Con Bolsonaro, el cine brasileño está en crisis: Mendonça Filho

Tres años después de su aclamada Aquarius, el director brasileño Kléber Mendonça Filho vuelve a Cannes con Bacurau, decidido a oxigenar el cine de su país, que atraviesa tiempos turbulentos bajo el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.

Tenemos dos sentimientos en paralelo: por un lado, de satisfacción personal y artística, y por otro de pena, porque el cine brasileño venía en una curva ascendente y ahora enfrenta una crisis, dijo a Afp el cineasta de 51 años.

En 2016, la exhibición en Cannes de su largometraje Aquarius, nominado a la Palma de Oro, captó la atención del mundo cuando el elenco posó en la alfombra roja mostrando carteles que denunciaban un golpe contra la presidenta izquierdista Dilma Rousseff, destituida por el Congreso ese año.

Su segunda participación en el festival de cine más prestigioso del planeta es totalmente diferente, asegura Mendonça, quien es originario de Pernambuco, en el noreste de Brasil.

Lo que ocurre hoy con Bolsonaro tiene una amplia cobertura en la prensa internacional. En mayo de 2016 teníamos la impresión de que la prensa internacional no entendía realmente lo que estaba pasando en Brasil, explica.

Y añade: “No soy un político, soy cineasta. Hicimos aquella manifestación porque tenía sentido en ese momento, pero no fue planificada. Pero este año, exhibir Bacurau, un gran filme sobre Brasil, será nuestra forma de protesta”.

Se trata del tercer largometraje de Kléber Mendonça, pero el primero que filma fuera de su Recife natal. El escenario escogido esta vez es el semiárido nordeste brasileño, específicamente la región Sertão do Seridó, en la frontera de los estados Paraíba y Rio Grande do Norte.

Mendonça codirige la película junto a Juliano Dornelles, quien ya lo acompañó en otros proyectos como director artístico, y entre los actores cuenta nuevamente con la consagrada Sonia Braga, protagonista de Aquarius.

No hay marxismo cultural

Bacurau retrata la historia de un pueblito del interior cuya tranquilidad se ve perturbada tras la muerte de una de sus habitantes más ancianas, Carmelita, a los 94 años.

“Hacer películas que tratan sobre dramas humanos y sobre personas que pasan por todo tipo de dificultades puede ser visto como un acto de resistencia (…), pero de ninguna manera quiero presentarme bajo el rótulo de ‘cineasta de la resistencia’”, explica Mendonça.

Soy un realizador brasileño, que vive en un momento en que la sociedad brasileña sufre, y de ahí surgen historias, añade.

Los sectores artísticos de Brasil enfrentan turbulencias desde que el presidente Bolsonaro asumió el poder en enero con la promesa de erradicar el marxismo cultural.

El ministerio de Cultura fue eliminado y sus responsabilidades transferidas a una secretaría dentro del Ministerio de Ciudadanía, que aglutina áreas diversas, como deportes y asistencia social.

El marxismo cultural no existe, lo que existe es el terreno libre de la creación artística. Ningún gobierno puede tratar la expresión artística con ideas preconcebidas, con ideologías, señala Luiz Carlos Barreto, productor con vasta experiencia dentro del cine brasileño.

En el primer trimestre del año, que coincide con el inicio del mandato de Bolsonaro, el financiamiento de proyectos audiovisuales por parte de empresas públicas apenas superó un millón de reales (unos 250 mil dólares).

A ese ritmo, el financiamiento total de 2019 se habrá reducido más de la mitad comparado con 2018. Hace 10 años, cuando Brasil vivía una explosión económica, los fondos para el rubro superaron 34 millones de reales (en 2009).

Bolsonaro anunció, además, su intención de restringir el alcance de la Ley Rouanet, que permite el financiamiento de proyectos culturales mediante el incentivo fiscal a empresas.

El cine brasileño también está amenazado por la crisis que atraviesa la Agencia Nacional de Cine (Ancine), organismo público encargado de distribuir los recursos para las producciones audiovisuales, que entró en la mira del Tribunal de Cuentas de la Unión y suspendió temporalmente la distribución de recursos desde marzo. Yo ya vi esa historia otras veces, como a inicio de los años 90: siempre que el cine brasileño parece estar en alza o estable, cuando anda muy bien, surgen turbulencias para desestabilizarlo, lamenta Barreto.

Para él se trata de una crisis creada artificialmente para acabar con el cine brasileño. Lo que más me impresiona es un aparente sentimiento de miedo o rabia hacia los artistas. No logro entenderlo porque somos todos brasileños y también amamos nuestro país.

 

La Jornada

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