Existe un laboratorio en algún lugar de la Universidad de Queensland, en Australia, que está almacenando unos especímenes inusuales: los desechos humanos de más de una quinta parte de la población de ese país.
Las muestras son extraídas en plantas de tratamiento de aguas residuales ubicadas en distintas partes del territorio australiano, congeladas y enviadas por correo a investigadores de la universidad.
Se trata de un «tesoro» de información sobre los hábitos alimenticios y el estilo de vida de diferentes comunidades, dicen los investigadores Jake O’Brien y Phil Choi.
Descubrieron que en las áreas con población con un poder adquisitivo más alto, el consumo de fibra, cítricos y cafeína era mayor.
En las áreas de menos recursos, por su parte, los medicamentos recetados se usaban de forma significativa.
Y toda esta información les llegó codificada en los excrementos humanos de esas comunidades.
Instantánea del consumo
El estudio puso en práctica lo que otros investigadores llevan teorizado desde hace algún tiempo: que es posible obtener una visión confiable del consumo promedio de alimentos y medicamentos de una comunidad a través de sus aguas residuales.
O’Brien y Choi sostienen que con este método es posible obtener datos casi en tiempo real de cambios de hábitos en la población, los cuales podrían ayudar a informar las políticas y mensajes de salud pública.
La práctica, conocida como epidemiología de las aguas residuales, existe desde hace unas dos décadas y se usa en Europa, América del Norte y en algunos otros lugares principalmente para controlar el consumo de drogas ilícitas en las poblaciones.
Algunos estudios han trabajado en el uso de drogas legales y hay proyectos para aplicareste sistema en la detección temprana de brotes de enfermedades, pero las pruebas de marcadores de dieta hasta ahora han sido en gran medida teóricas.
Y si bien se usan encuestas para conocer qué comidas y medicamentos se consumen, el análisis de aguas residuales puede ser una medida más objetiva del consumo promedio dentro de un área de captación particular.
«En general en las encuestas las personas inflan el consumo de alimentos saludables y desestiman el consumo de cosas menos saludables«, dice Choi.
Dos extremos
El primer desafío fue encontrar qué podían probar exactamente.
Después de todo, las aguas residuales no son solo orina y heces, sino también productos para el cuidado personal, desechos de alimentos y desechos industriales o comerciales.
Los investigadores tuvieron que encontrar biomarcadores particulares relacionados con alimentos específicos producidos solo por los excrementos humanos o al menos de forma predominante.
El estudio utilizó dos biomarcadores asociados con el consumo de fibra (ingeridos al comer plantas y granos) y uno relacionado con el consumo de cítricos.
Tanto el consumo de fibra como el de cítricos son considerados característicos de una dieta saludable.
Las comunidades con los indicadores socioeconómicos más altos registraron fuertes correlaciones con altas tasas de consumo de estos productos.
En otras palabras, en términos generales, se encontró que las áreas más ricas tenían dietas más ricas en fibras y cítricos.
También se descubrió que estas comunidades consumían expreso y café molido con mayor frecuencia.
Los autores del informe sugieren que esto se debe a la capacidad financiera de este grupo para invertir en el producto y a una cultura del consumo de café entre los australianos más ricos.
En el otro extremo del espectro socioeconómico, las comunidades más pobres registraron un alto consumo de medicamentos como tramadol (un analgésico a base de opioides), atenolol (medicamento para la presión arterial) y pregabalina (medicamento anticonvulsivo).
Otros tipos de analgésicos, medicamentos y antidepresivos también aparecieron vinculadas a áreas con mayores desventajas socioeconómicas, pero no en la misma medida.
¿Igualitario?
El estudio confirma un fenómeno global conocido como gradiente social de la salud, que refleja que los factores asociados con la buena salud, como las tasas de tabaquismo y los niveles de obesidad, mejoran junto con el estado socioeconómico.
Si bien los australianos creen que el país es igualitario y existen estudios a nivel internacional que lo confirman, esta nueva investigación de las aguas residuales indica que la desigualdad socioeconómica es un problema grave.
Un australiano en que pertenezca al 20% de la población más rica i tiene cinco veces más ingresos disponibles que alguien que vive en el quintil inferior. Y, en términos generales, más dinero significa una mayor capacidad para pagar alimentos perecederos como frutas y verduras, mientras que más educación significa una mayor comprensión de la nutrición.
La profesora Catherine Bennett, directora de epidemiología de la Universidad de Deakin, en Australia, dice que el estudio de Queensland tiene sus alcances y limitaciones.
«Se trata de un estudio ecológico en epidemiología. El término significa que no estamos usando datos individuales, sino datos colectivos«, dice Bennett.
«Es una oportunidad realmente interesante, siempre y cuando no intentemos interpretar en exceso los datos», explica.
Y agrega que «es una forma útil de mantenerse al tanto de lo que está sucediendo a nivel de población».
BBC