El futbol como una forma para ganarse la vida. Y no. No se trata de los jugadores profesionales que acaparan los reflectores en la Liga MX ni de las estrellas foráneas que llegan a ganar millones de dólares.
Son historias de futbolistas de Haití, Camerún y Brasil que por alguna u otra razón recorren las canchas llaneras a cambio de dinero.
Desde que llegan al terreno de juego llaman la atención. Son diferentes, tienen otro porte, hablan otro idioma y su español no es perfecto. La gente los ubica y, en ocasiones, hasta fotos les piden al final de los juegos como un recuerdo.
Para Jackenson Junior Zetrenne, jugador caribeño que en el medio del balompié amateur es conocido como Jack, La Talacha, como ellos le llaman, cambió su realidad.
Pasó de ser un extranjero que trabajaba como herrero a contar con un sustento con el que puede mantener a su familia y tener una mejor calidad de vida.
“Llevo 12 años en México. Cuando llegué, trabajaba en una herrería y no me iba muy bien, dormía en una tabla de madera”, recuerda el haitiano. “Después de un año, me invitaron a jugar a San Andrés Tetepilco y con el tiempo descubrí que a todos les pagaban, menos a mí”, continúa.
Su talento en la cancha, el olfato goleador que lo distingue y su carisma le cambiaron la vida. Jack pasó en unos años de dormir en un pequeño cuarto a tener el sustento para mantener a su pareja y a su hijo, comprar una cama, una televisión y pagar la renta.
En el futbol de llano sacó más del doble de lo que me daban en la herrería, llegó a generar hasta cuatro mil pesos a la semana, de hecho, ya estoy ahorrando para comprar un automóvil”.
No es el único extranjero que se mantiene de las decenas de partidos que juega en un mes a cambio de dinero. El camerunés Appolinaire Ngueko Tientcheu es famoso en los torneos de gran nivel que se juegan en la zona centro de la República Mexicana. Claro no lo conocen con su nombre de pila, sus compañeros de equipo le piden la bola sólo como Apo.
Al igual que Jack, el africano llama la atención desde que llega a las canchas de fut 7, rápido o soccer en pueblos de Tlaxcala, Puebla, Estado de México e, incluso, Michoacán, desde donde atiende la llamada telefónica, pues viene de ganar un partido en provincia.
Llegué a México hace cuatro años; me trajo un promotor por medio de la marca de zapatos Manríquez. Estuve en Chiapas con Ricardo La Volpe, luego fui a una Segunda en San Luis Potosí y jugué en Zacatepec entre 2016 y 2017”, recuerda el camerunés.
Apo, un mediocampista que se ayuda de su fortaleza física para cubrir el balón, con inteligencia para asistir a los delanteros, aún mantiene la ilusión de jugar a nivel profesional, pero por ahora sobrevive del futbol llanero. “En una buena semana puedo ganar hasta seis mil pesos, en ocasiones juego hasta tres partidos los domingos y dos los sábados”.
Otro foráneo que desparrama talento ya sea en hierba, tierra, pasto sintético o pavimento llegó a México desde el país especialista en dar al mundo magos del balón. Lo conocen como Pai, palabra que utiliza en su natal Brasil para pedir el esférico. “Pásame la bola, pai”, “Pai, estoy solo”, “Pai, dale vuelta”… Detalla que el término se puede traducir al español como compadre.
Su nombre completo es Iván Pereira da Silva y en sus siete años en nuestro país ha jugado con clubes profesionales como Toluca, Altamira, Tampico Madero y Toros Neza; además, militó medio año en el Puerto Golfito, de Costa Rica.
Después de quedarse sin equipo, el famoso Pai decidió estudiar educación física y especializarse como preparador físico, pero a la par de sus clases manda el balón a las redes en La Talacha. “No juego tanto, tal vez unos cuatro partidos en siete días, pero bien pagados, en buenas rachas como en Semana Santa consigo hasta 16 mil pesos”.
El Heraldo de México