Si lo que se gasta está relacionado con lo que es importante, entonces las personas de los países en vías de desarrollo valoran mucho la inteligencia.
Aunque el gasto privado en educación no ha cambiado en términos reales en el mundo desarrollado en los últimos diez años, en China y en India ha aumentado a más del doble.
Ahora los chinos gastan el cinco por ciento de su ingreso familiar en educación y los indios el cuatro por ciento, en comparación con el 2.5 por ciento que gastan los estadounidenses y el uno por ciento de los europeos. Como resultado, en los países en desarrollo está aumentando la escolarización en escuelas privadas, y de paga, así como la educación profesional y superior.
Debido a que la capacidad intelectual es el principal generador de progreso, esta ráfaga de entusiasmo por invertir en el capital humano es una excelente noticia para todo el mundo. Pero no todos están contentos.
Puesto que la educación privada aumenta la desigualdad, algunos gobiernos están intentando detener su avance. Eso no está bien: deberían aceptarla, pero distribuir sus beneficios de forma generalizada.
Antiguamente, la educación era proporcionada por las instituciones religiosas o los empresarios. Pero cuando los gobiernos, empezando por Prusia en el siglo XVIII, incursionaron en la formación de la nación, se dieron cuenta de que podían utilizar la educación para moldear la mente de los jóvenes. Conforme crecieron los sistemas del Estado, la enseñanza privada se quedó para la élite y los devotos.
Ahora, por diversas razones, está teniendo un resurgimiento. Los ingresos están aumentando, en especial entre las personas que más tienen, al mismo tiempo que las tasas de natalidad están descendiendo. En China, la antigua política de tener un solo hijo significa que seis personas —dos padres y cuatro abuelos— pueden aportar dinero para la educación de un solo niño.
El crecimiento de la economía del conocimiento significa que están aumentando los beneficios de la educación al mismo tiempo que se están reduciendo las oportunidades disponibles para quienes carecen de escolaridad.
En todo el mundo en vías de desarrollo, la gente desea más o mejor educación de la que pueden ofrecerle sus gobiernos. En las regiones donde las ciudades están creciendo a una velocidad incontrolable, el sector privado está cobrando más importancia.
En India, el sector privado ahora ofrece educación a casi la mitad de todos los niños, en Pakistán a más de una tercera parte, y en ambos países, el sector gubernamental se está reduciendo. Incluso donde el Estado funciona bastante bien, como en Asia Oriental, la gente más rica desea que sus hijos tengan una mejor educación de la que obtienen las masas.
Así que Vietnam, el cual, de acuerdo con su desempeño en la prueba del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), tiene un sistema de educación pública sobresaliente para ser un país pobre, también tiene el sector privado de más rápido crecimiento.
Esto es excelente en la mayoría de los casos, debido a que el mundo está obteniendo más y mejor escolaridad. En los países ricos, cuando se toma en consideración la formación y la capacidad de los niños que asisten a las escuelas privadas, el resultado de sus exámenes es más o menos el mismo que el de los alumnos que asisten a escuelas del sector estatal. Sin embargo, en los países en desarrollo las escuelas privadas son mejores… y mucho más eficientes.
En un estudio de seis estados de India se descubrió que, en términos de resultados de aprendizaje por rupia, las escuelas privadas eran más rentables que las escuelas públicas entre 1.5 veces (en Bihar) y 29 veces (en Uttar Pradesh).
No obstante, las escuelas privadas también aumentan la desigualdad. Tienden a clasificar a los niños por su nivel de ingresos, mandando a los más ricos a mejores escuelas que mejoren sus ya de por sí superiores oportunidades de vida y a los más pobres a instituciones deficientes que reducirán aún más sus posibilidades. Esa es una razón por la que muchos gobiernos están preocupados por el crecimiento de estas instituciones.
Otras razones son menos loables: los sindicatos de maestros, que a menudo controlan a los gobiernos, tienden a oponerse, y su crecimiento reduce el poder de los políticos. Así que, por razones buenas y malas, los gobiernos están presionando a las escuelas privadas, restringiendo las utilidades, limitando o recortando las colegiaturas y empleando la reglamentación para cerrarlas o hacerles la vida pesada.
Los gobiernos tienen razón en inquietarse por que la educación privada contribuya a la desigualdad, pero se equivocan al desalentar su crecimiento. Es fundamental la libertad de gastar el dinero en mejorar el potencial de nuestros hijos. Ya sea que los gobiernos lo permitan oficialmente o no, la gente encontrará formas de comprar educación privada, con clases particulares fuera de la escuela u ofreciendo precios más altos por viviendas que estén cerca de buenas escuelas estatales.
Sin embargo, los gobiernos deben centrarse en mejorar el sector público imitando las virtudes de las escuelas del sector privado. La esencia de su desempeño superior y su mayor eficiencia consiste en estar libres del poder de los sindicatos y tener una administración independiente.
Por lo tanto, los gobiernos deben hacer todo lo posible por debilitar a los sindicatos y darles a los directores de las escuelas más autonomía para innovar y despedir a los maestros que den malos resultados.
A fin de distribuir en forma más generalizada los beneficios de las escuelas privadas, los gobiernos deben trabajar con ellas, pagando la educación por medio de cupones que los niños puedan hacer valer en las escuelas privadas, o pagando a las escuelas administradas de manera privada para que escolaricen a los niños que obtienen financiamiento público.
Estos esquemas no siempre tienen éxito, pero Chile, Pakistán y los Países Bajos han demostrado que los sistemas de cupones amplios, bien diseñados y correctamente administrados pueden funcionar bien. Los niños de Chile, cuyo sistema completo es a base de cupones, tienen mejor desempeño que en cualquier otro país latinoamericano de los que tiene información la OCDE. Sin embargo, los cupones deben limitarse a escuelas no selectivas que no cobran colegiaturas más altas; de otra manera, los gobiernos terminarán subsidiando a los más pudientes y aumentando la desigualdad.
El mundo enfrenta muchos problemas. Los gobiernos deben dejar de comportarse como si uno de ellos fuera la educación privada. Eso aumentará las oportunidades de encontrar soluciones.