El número dos del gobierno francés, François de Rugy renunció el martes en medio de un escándalo de gastos fastuosos, entre ellos haber ofrecido cenas con langosta y champán, pagadas con dinero público.
«Los ataques y el linchamiento mediático contra mi familia me llevan hoy a dar un paso atrás», explicó en un comunicado de Rugy, quien se desempeñaba como ministro de la Transición Ecológica.
«Los esfuerzos necesarios para defenderme hacen que no esté en condiciones de asumir serena y eficazmente (mi) misión», añadió.
Su renuncia llega 24 horas después de que el presidente Emmanuel Macron, de viaje en Belgrado, declarara haber pedido al primer ministro que «aportara toda la luz» sobre las acusaciones contra Rugy. «No tomo decisiones en base a revelaciones sino de hechos», apuntó.
El escándalo que le costó su cargo se desató después de que el medio digital Mediapart revelara la semana pasada que De Rugy organizaba festines de lujo entre 2016 y 2017, cuando era presidente de la Asamblea Nacional, pagados con dinero público.
En cada una de estas veladas se servía langosta, champán y vinos excepcionales salidos de la bodega de la Asamblea a entre diez y treinta invitados, en su mayoría amigos y del círculo de relaciones de su esposa, Séverine de Rugy, periodista de la revista de celebridades Gala, escribió el medio de investigación.
Las imágenes que circularon en las redes sociales del ministro posando sonriente durante estas fastuosas cenas enfurecieron a muchos franceses, en un país inmerso desde hace siete meses en las protestas de los «chalecos amarillos», un colectivo exasperado por la presión fiscal y la caída del nivel de vida de las clases más modestas.
«Mediapart me ataca en base a fotos robadas, chismes, aproximaciones, elementos exteriores a mi función», alegó el ministro, que anunció haber presentado una denuncia por difamación contra el diario digital, que ha destapado en el pasado varios casos, incluyendo el de la financiación irregular de Nicolas Sarkozy en la campaña presidencial de 2007.
De Rugy, ex miembro del partido ecologista que se unió a las filas de Macron en 2017, se defendió explicando que esas «cenas informales» formaban parte de un «trabajo de representación» en el marco de sus funciones.
La Jornada