Al parecer, todos tienen ideas sobre nuevas estrategias fiscales,algunas más realistas que otras. La lista de revolucionarios de los impuestos es larga. La lista corta incluye a la representante Alexandria Ocasio-Cortez, quien quiere una tasa impositiva máxima del 70 por ciento sobre los ingresos superiores a diez millones de dólares al año; la senadora Elizabeth Warren, quien desea unimpuesto sobre la riqueza; el senador Bernie Sanders, quien quiere un impuesto sobre el patrimonio con una tasa del 77 por ciento para los multimillonarios, e incluso el senador Marco Rubio, quien hace poco propuso un impuesto sobre las recompras de acciones.
Sin importar cuáles sean tus preferencias políticas, hay un reconocimiento bipartidista de que el sistema impositivo está dañado. Ya sea que creas que el sistema debe ser reparado para generar más ingresos o empleado como una herramienta para limitar la desigualdad —y seamos sinceros por un momento, esas ideas no siempre son congruentes—, hay una sensación justificable de que la gente no cree que el sistema fiscal sea justo.
A decir verdad, ¿cómo se podría confiar en el sistema cuando se dice que una persona rica como Jared Kushner, el yerno del presidente, prácticamente no pagó impuestos federales durante años? ¿O cuando Gary Cohn, el expresidente de Goldman Sachs que en algún momento encabezó el Consejo Económico Nacional del presidente Trump, dice en voz alta algo que la mayoría de la gente rica ya sabe: “Solo los idiotas pagan impuestos sobre el patrimonio”?
Si pagas impuestos, es difícil no sentirse como un bobo.
Una encuesta de The New York Times encontró que el apoyo a los impuestos más altos para los ricos trasciende las líneas partidistas, y los candidatos presidenciales del Partido Demócrata están ofreciendo planes para lograrlo. No obstante, el actual inquilino del Despacho Oval firmó una ley que redujo 1,5 billones de dólares en impuestos, así que los obstáculos políticos son altos.
Durante el mes pasado, consulté a contadores, abogados, ejecutivos, líderes políticos y, sí, multimillonarios, y han surgido ideas específicas para cubrir las grietas en el código tributario, sin destrozarlo.
Ninguna de estas ideas es tan impactante como el Nuevo Acuerdo Verde de Ocasio-Cortez ni evocará la respuesta emotiva de la frase sensacionalista sobre el impuesto a la riqueza que plantea Warren. Sin embargo, puede ser que la evolución tenga una mejor oportunidad que la revolución.
REPARAR EL IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO
Ninguna de las sugerencias en esta columna —o en cualquier otro lado— funcionará a menos que el impuesto sobre el patrimonio se deshaga de los vacíos legales que permiten a los estadounidenses acaudalados eludir impuestos con total descaro (y con respaldo de la ley).
Aunque se resuelva que la deducción de 11,2 millones de dólares es demasiado alta —porque lo es—, el impuesto sobre el patrimonio está lleno de problemas. El principal de estos: los estadounidenses ricos pueden pasar una gran parte de su riqueza a sus herederos sin pagar —nunca— impuestos sobre las ganancias de capital. De acuerdo con el Centro sobre Presupuestos y Prioridades de Políticas, las ganancias de capital no realizadas representan “hasta un 55 por ciento de los patrimonios con un valor superior a los 100 millones de dólares”.
Esto sucede porque, después de que alguien muere, las reglas permiten que los activos pasen con su valor actual —o “ascendente”— sin que se paguen impuestos por las ganancias. Un activo podría aumentar su valor durante décadas sin ser sujeto a un impuesto.
Muchos estadounidenses adinerados incluso piden préstamos respaldados por sus activos en vez de venderlos, para evitar el pago del impuesto sobre las ganancias de capital. Por esta razón es tan importante cerrar esos vacíos: se podrían aumentar las tasas e imponer un gran impuesto sobre la venta de propiedades, pero esto no afectaría a muchas familias ricas porque, en realidad, no lo pagarían.
La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que con tan solo cerrar este vacío se recaudarían más de 650.000 millones de dólares en una década.
Aunque esta idea es fundamental para las demás sugerencias, no es fácil de vender. Este año, tres senadores republicanos presentaron un plan para derogar el impuesto sobre el patrimonio.
No obstante, este y otros cambios —eliminar el revoltijo de fideicomisos que se saltan generaciones y que también eluden los impuestos sobre el patrimonio— son soluciones evidentes que introducirían una justicia básica al sistema y detendrían la gran desigualdad que surge de la riqueza dinástica.
AUMENTAR LAS TASAS SOBRE LAS GANANCIAS DE CAPITAL PARA LOS RICOS
Nuestras tasas impositivas sobre las ganancias son progresivas, pero los impuestos sobre las ganancias de capital lo son menos. Solo hay dos categorías y su máximo es el veinte por ciento.
En contraste, alguien que gana 40.000 dólares al año trabajando 40 horas semanales está en la categoría del 22 por ciento. Por esta razón Warren Buffett dice que su secretaria paga una tasa impositiva más alta.
Entonces, ¿por qué no aumentar las tasas sobre las ganancias de capital a las personas más ricas?
Uno de los principales argumentos a favor de las tasas bajas sobre las ganancias de capital es incentivar la inversión. No obstante, si incluimos dos categorías adicionales —digamos, una categoría marginal de 30 por ciento para la gente que gana más de cinco millones de dólares y una categoría de 35 por ciento para los que ganan más de quince millones de dólares—, es difícil ver que esto pudiera cambiar la esencia de sus planes de inversión.
La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no se verían afectados para nada y es poco probable que los individuos ricos que tienen suficiente éxito como para pagar más dejen de invertir. Después de todo, seguramente querrán un rendimiento de su dinero en vez de tenerlo inactivo.
Incluso Bill Gates estuvo de acuerdo en una entrevista con CNN: “Si la meta es atacar las grandes fortunas, se debe empezar por aumentar el impuesto sobre las ganancias de capital, el cual es mucho menor, como un veinte por ciento”.
TERMINAR CON LOS PERVERSOS VACÍOS LEGALES DE LOS BIENES RAÍCES
Una de las razones por las que hay tantos multimillonarios de bienes raíces es que la ley permite que la industria difiera ganancias de capital sobre las propiedades de forma perpetua al cambiar una por la otra. En la jerga fiscal, se conoce como un intercambio 1031.
Además, los ejecutivos de la industria inmobiliaria pueden devaluar el valor de su inversión para cuestiones fiscales incluso cuando se revaloriza el valor real de la propiedad (en parte, esto explica la baja contribución impositiva de Kushner).
Son lagunas flagrantes e ilógicas a menos que seas un beneficiario de ellas. Varios veteranos de la industria inmobiliaria con los que hablé en privado reconocieron que las exenciones tributarias son desmesuradas.
REPARAR LA PARTICIPACIÓN POR INVERSIONES REALIZADAS
Esto es por mucho el vacío legal más evidente para el sentido básico de justicia en Estados Unidos.
Por razones que siguen siendo inexplicables —a menos que tomes en cuenta el dinero del cabildeo—, las industrias del capital privado, el capital de riesgo, los bienes raíces y los fondos de cobertura han mantenido esta situación intacta. La actual ley fiscal permite que los ejecutivos de esas industrias obtengan bonos por invertir en nombre de sus clientes, y estos se gravan como ganancias de capital, no como ingreso ordinario.
Incluso el presidente Trump se opuso a esa laguna. En una entrevista de 2015, el mandatario mencionó que los administradores de los fondos de cobertura “se salían con la suya”.
Esta idea y otras más no harían que se desbordaran las arcas del gobierno, pero servirían para restaurar un sentido de justicia en un sistema que sentimos que es manipulado con una gran facilidad por los más ricos.
Hay un par de temas más a considerar.
HABLEMOS DE LA FILANTROPÍA
Nadie quiere disuadir a nadie de realizar donaciones caritativas. Sin embargo, el contribuyente promedio suele subsidiar a filántropos adinerados que deducen de manera significativa sus contribuciones con donaciones a entidades de beneficencia.
Estas personas merecen el crédito por dar dinero a causas nobles (aunque algunas organizaciones sin fines de lucro son grupos de cabildeo disfrazados de bienhechores), pero su riqueza, en muchos casos, no está pagando por las necesidades básicas de atención médica, defensa, educación y todo lo demás que pagan los impuestos.
Las donaciones filantrópicas son loables, pero también pueden ser una estrategia para evadir impuestos. ¿Hay un punto en el cual se deban gravar las donaciones caritativas?
No estoy seguro de cuál es la respuesta correcta. Sin embargo, considera esta pregunta formulada por varios multimillonarios filantrópicos: ¿acaso los ricos deberían poder regalar acciones u otros activos a organizaciones de beneficencia antes de pagar impuestos sobre las ganancias de capital?
Usemos a Buffett como ejemplo, aunque podría servir cualquiera de los multimillonarios más ricos del mundo.
La mayoría de la riqueza de Buffett está en acciones que desarrolló en Berkshire Hathaway. Aunque se cierren los vacíos legales del impuesto sobre el patrimonio y se aumenten exageradamente las tasas sobre las ganancias de capital, la gran mayoría de su fortuna no será gravada. Eso sucede porque Buffett planea donarla casi toda a la fundación de Gates, la cual no paga impuestos cuando las acciones se venden para financiar los proyectos tan respetables que ha emprendido Gates.
Como mínimo, hay que considerar si los ricos deben tener permitidas las deducciones cuando mueven el dinero a sus propias fundaciones, o si solo deben recibirlas cuando se gasta el dinero. Esto evitaría que usen sus fundaciones para captar deducciones impositivas en años de bonanza sin que el dinero deba destinarse a una causa loable al mismo tiempo.
FINALMENTE, FINANCIAR EL SERVICIO DE IMPUESTOS INTERNOS
La agencia está tan mal financiada que las probabilidades de que un individuo sea auditado son minúsculas: en 2017, una persona de cada 161 fue auditada, de acuerdo con el IRS. Además, los individuos con más de un millón de dólares en ingresos, la gente con las situaciones fiscales más complicadas, tan solo fueron auditados un 4,4 por ciento de las veces. Fue más del doce por ciento en 2011, reportó el Centro sobre Presupuestos y Prioridades de Políticas.
Las leyes actuales casi no importan: la gente que esté dispuesta a arriesgarse puede apostar a que no la atraparán. Ese no sería el caso si la agencia no sufriera recortes de presupuesto y personal.
Mary Kay Foss, una contadora pública autorizada en Walnut Creek, California, le comentó a la revista sobre comercio Accounting Today algo que todos sabemos, pero que por alguna razón inexplicable nadie dice en voz alta: “Ningún negocio reduciría el presupuesto de la gente que recauda lo que le deben”.
Esta situación fomenta el engaño entre la gente”, mencionó. “Necesitamos un personal del IRS bien capacitado y bien pagado para que aquellos que pagamos nuestros impuestos no quedemos como unos tontos”.
Nadie quiere ser un bobo.
Fuente: Dinero en imagen