Gustavo Rodríguez retrata la dignidad de la vejez en la novela Cien cuyes

Dos ancianos solitarios, un grupo de viejos de un asilo que se hacen llamar Los siete magníficos y Eufrasia, una cuidadora que les procura todo lo que necesitan, hasta el final, literalmente, protagonizan “Cien cuyes”, del peruano Gustavo Rodríguez, que ganó el Premio Alfaguara de novela 2023.

Mi intención con respecto a la ancianidad era alejarme de este estereotipo como del abuelo de Los Simpson, ‘deja al viejito que hable, nadie le haga caso’, matizar esa concepción. Lo hago a través de distintos tipos de ancianos en la novela, por un lado hay un par que ya están hartos de la vida, que quieren que el árbitro pite el partido, viven en soledad, ya no tienen más motivación para vivir y por otro, un grupo variopinto, que son Los siete magníficos, que tienen pensamientos, filosofías, experiencias muy distintas, pero que están unidos por las mismas referencias, la misma cultura popular, y la intimidad de vivir juntos, eso los motiva para seguir despertándose cada mañana”, dice el escritor en entrevista.

 

Rodríguez reconoce que originalmente para él Cien cuyes era una novela sobre el proceso del envejecimiento, la soledad de los ancianos y el derecho a una muerte digna, “pero finalmente creo que es una novela sobre la dignidad en la vida. Y también en el final de la vida”.

Como cada una de las diez novelas que ha publicado hasta ahora, tiene que ver con el momento que está pasando al escribir. Al cumplir 50 años los cuestionamientos sobre cómo iría a llegar a la vejez, le hicieron abordar el tema con esta historia entrañable, que aborda temas que, reconoce, “sin humor y sin ternura no podrían digerirse”.

Y es que si bien tiene pasajes sobrecogedores, Cien cuyes es una novela muy divertida en la que una mujer ayuda a algunos ancianos a bien morir, y lo que sucede en el camino, hasta llegar a ese momento de placidez en el último suspiro, es una aventura con la que queda claro que para estos viejos, ha valido la pena vivir.

En el pasado he creado álteregos, o personajes para tratar de explicarme cosas que me habían ocurrido, quizá esta sea la primera vez que echo mano de personajes para tratar de entender lo que quizá me ocurrirá en el futuro”, abunda el autor, para quien le vejez no es motivo de angustia.

Me preparo para vivirla con la mayor armonía y plenitud posible, tengo una rutina sana, me rodeo de personas que quiero, tengo cierta estabilidad económica, en teoría, no tendría por qué temer una mala vejez, al contrario de lo que le va a ocurrir en sociedades desiguales como la nuestra a la mayoría de los ancianos”, reconoce.

TRES RAZONES PARA VIVIR

Gustavo Rodríguez cuenta que tras la publicación del libro (como parte del premio dotado con 175 mil dólares), ha emprendido una gira para presentarlo en distintos países y en ese periplo, “me entrevistó un periodista argentino bastante mayor, que me dijo que para él, hay tres razones por las que un ser humano todavía quiere vivir, una es sentir que existen los referentes de tu vida, amigos de tu edad o los lugares de los cuales hablar. Otra es tener la capacidad para hacer las cosas, de moverte, y la tercera, tener un motivo para levantarte cada mañana, digamos un qué hacer. En la medida que se van acabando cada una de ellas, pues ya quedan menos razones para vivir, que es lo que le ocurre a un par de personajes de la novela, no a Los siete magníficos, pero ellos empiezan a preguntarse, ‘¿y cuando esto se acaba, valdrá la pena vivir?’”.

 

 

Entre la intensa aventura final de los protagonistas de esta novela, queda una reflexión que el autor quiso dejar en sus lectores. “Creo que a través de la ficción suelto una pregunta que vale la pena en estos tiempos de adelantos tecnológicos; ya ha nacido el ser humano que va a vivir 140 años, ¿vale la pena alargar la vida si el último trecho no va a tener calidad? Estas preguntas vamos a tener que hacernos pronto, porque ha sido muy acelerado el proceso de alargamiento de la vida, en 100 años hemos duplicado la expectativa de vida.

 

Creo que solemos tener preocupaciones intelectuales, pero no es hasta que hay una emoción involucrada, que aprendemos de verdad. Sabemos que tenemos que cuidar a nuestros ancianos, pero no es hasta que sentimos un poquito como uno de esos ancianos, que nos damos cuenta de la importancia de todo eso. Eufrasia es un vehículo de empatía para ellos, y el humor es una ventana directa a las emociones, nos vulnera, nos abre, en este caso, usar el humor tiene que ver con el deseo de que el lector se abra ante la situación que la trama presenta y llevarse más un sentimiento, que una certeza”, finaliza acerca de esta novela que, a pesar de tratar abiertamente el suicidio asistido, no deja espacio para una discusión ética, porque plantea cómo en la muerte también debe haber dignidad.

 

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