En la isla Madura, Indonesia, se produce sal evaporando agua de mar, una técnica antigua. Un nuevo estudio determinó que la sal elaborada en esta región tiene uno de los mayores contenidos en microplásticos muestreado.
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Hace años, ya se habían descubierto microplásticos en la sal marina. Pero lo que no estaba claro era hasta qué punto estaban extendidos en el condimento empleado más habitualmente. Ahora, una nueva investigación demuestra que los microplásticos se encuentran presentes en el 90 por ciento de las marcas de sal de mesa analizadas a nivel mundial.
De 39 marcas analizadas, 36 contenían microplásticos, según concluyó el equipo de investigadores de Corea del Sur y Greenpeace East Asia. Esta nueva iniciativa, que ha empleado estudios anteriores sobre la sal, es la primera de tal escala que analiza la expansión geográfica de los microplásticos en la sal de mesa y su correlación con el lugar donde se encuentra la contaminación por plástico en el medio ambiente.
«Los hallazgos sugieren que la ingestión humana de microplásticos a través de productos marinos está muy vinculada a las emisiones en cualquier región dada», afirmó Seung-Kyu Kim, profesor de ciencias del mar en la Universidad Nacional de Incheon, en Corea del Sur.
Se analizaron muestras de sal de 21 países de Europa, Sudamérica y Norteamérica, África y Asia. Las tres marcas que no contenían microplásticos proceden de Taiwán (sal marina refinada), China (sal de roca refinada) y Francia (sal marina no refinada producida mediante evaporación solar). El estudio se publicó este mes en la revista Environmental Science & Technology.
El estudio determinó que la densidad de los microplásticos presentes en la sal variaba enormemente entre marcas, siendo especialmente alta la concentración de las marcas asiáticas. Las mayores cantidades de microplásticos se encontraron en la sal vendida en Indonesia. Asia es un punto caliente de contaminación por plástico e Indonesia —con 54,720 kilómetros de costa—figuraba en un estudio de 2015 no relacionado por sufrir el segundo peor nivel de contaminación por plástico del mundo.
En otro indicador de la densidad geográfica de la contaminación por plástico, la sal marina contenía los mayores niveles de microplásticos, seguidos por la sal de lago y, a continuación, la sal de roca (o halita).
El nuevo estudio es el quinto publicado sobre la sal en los últimos años. Se han llevado a cabo otros en España, China, los Estados Unidos y por parte de un grupo de Francia, Gran Bretaña y Malasia.
¿Son perjudiciales?
El nuevo estudio estima que el adulto medio consume aproximadamente 2.000 microplásticos al año a través de la sal. Lo que eso significa para nosotros sigue siendo un misterio.
Un estudio independiente de la Universidad de York, Gran Bretaña, que tenía el objetivo de evaluar el peligro de los microplásticos para el medio ambiente y se publicó el miércoles, concluyó que no se sabe suficiente como para determinar si los microplásticos son perjudiciales.
La revisión de 320 estudios existentes descubrió «grandes vacíos de información» en la comprensión científica del efecto de los microplásticos. Los estudios examinaron diferentes tipos de microplásticos, entre ellos microesferas, fragmentos y fibras, lo que ha provocado un «desajuste» de datos que establece comparaciones similares a comparar «manzanas con peras», según afirmó en un comunicado Alistair Boxall, profesor de geografía de la Universidad de York y coautor del estudio.
«Basándonos en nuestro análisis, actualmente las pruebas que sugieren que los microplásticos provocan efectos adversos importantes son limitadas», afirma. «Se necesitan urgentemente más calidad y más estudios de supervisión global junto a estudios de efectos medioambientalmente más realistas sobre el tamaño de las partículas y los tipos de materiales presentes en el medio ambiente».
Ese nuevo estudio, financiado por el Personal Care Products Council, una organización comercial industrial, se publicó en la revista Environmental Toxicology and Chemistry.
Boxall añadió que la gran atención que reciben los microplásticos podría desviar la atención de problemas de contaminación medioambientales peores (y más fáciles de identificar), como las pequeñas partículas que liberan los neumáticos.
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