En el duelo de la solidaridad, nadie supera al Liverpool. Su himno entonado por los aficionados eriza la piel cuando corean con sentimiento nunca caminarás solo
. En ese espíritu, el trabajo colectivo de los Reds fue tan firme, como efectivo, y sí, poco funcional para el espectáculo. La praxis del campeón con el que consiguió su bien merecida sexta Liga de Campeones al vencer, o anular, por 2-0 a la Cenicienta del torneo, el Tottenham, que al menos vivió su primera final europea.
Un gol repentino y tempranero arruinó la fiesta del Tottenham y de paso el hambre de futbol de los aficionados. Porque tras la anotación de Mohamed Salah, a sólo 108 segundos de iniciado el partido, lo demás fue administración y cálculo del Liverpool. Lo necesario para volver a conquistar una Champions y para que el técnico Jürgen Klopp conjurara su demonios tras siete finales perdidas.
La Jornada