Las mellizas Phyllis Jones e Irene Crump, que el 20 de noviembre de 2016 cumplieron cien años en la ciudad británica de Stourport-on-Severn, atribuyen el secreto de su larga vida al trabajo duro y a la dieta. Así se lo explicaron a los medios al mismo tiempo que les informaban de los familiares que habían fallecido superados los noventa años. Sin embargo, también hay un factor genético. Estas hermanas son un ejemplo de que la longevidad se hereda, según confirman todos los estudios.
El último, financiado en el Reino Unido por el Consejo de Investigación Médica (MRC, por sus siglas en inglés), apunta que el riesgo de morir por una enfermedad cardiaca es un 20 % menor por cada década de más que viven los padres cumplidos los setenta años. La investigación, publicada en el Journal of The American College of Cardiology, ha llegado a esta conclusión tras analizar los datos de unas 190.000 personas.
Este tipo de estudios reviste especial importancia porque permite identificar, en función de su perfil genético, a los pacientes con mayor riesgo de morir y poner así en marcha medidas preventivas. Por ejemplo, puede conocerse si una persona es propensa a tener resistencia a la insulina y evitar que llegue a desarrollar diabetes. Una de las características de los centenarios es que envejecen con salud, conservan las facultades y pueden valerse por sí mismos hasta muy poco antes de la muerte. Biólogos y médicos investigan estos casos con un objetivo: diseñar medicamentos que eviten el desgaste del cuerpo, igual que existen para controlar el colesterol.
Fuente: Plano Informativo