Se han realizado múltiples adaptaciones fílmicas de “Peter Pan y Wendy”, texto dramático escrito por James M. Barry, que incluso ya tuvo una acertada secuela a través de una novela de Geraldine McCaughrean titulada “Peter Pan de Rojo Escarlata” —y que fue resultado de un concurso realizado para conmemorar los 100 años de la publicación—. Sin embargo, muy pocas adaptaciones son tan interesantes y poco convencionales como “Wendy”, producción que llega al mercado latino vía las plataformas digitales.
En ella, dejando de lado cualquier exceso de parafernalia visual tanto de manufactura tradicional como digital, el director Benh Zeitlin —también responsable de la multipremiada “Beasts of the Southern Wild” (2012)—, consigue proyectar lo extraordinario de lo cotidiano, para traer a nuestra realidad múltiples elementos fantásticos y desarrollar una profunda reflexión sobre cómo la capacidad intrínseca de imaginar puede servir, tanto para escapar de la incomprensión del mundo adulto, como para fortalecer los vínculos entre padres e hijos, e, incluso, como una herramienta para sanar y madurar, sin evitar asumir el enfrentamiento con las inevitables pérdidas que forman parte del proceso.
Es cierto que a veces la ejecución de algunas escenas es un tanto confusa y que por momentos se requiere tener el antecedente de la obra original para disfrutar por completo la propuesta, sobre todo los pequeños guiños a escenas emblemáticas, como la pelea con su propia sombra o cuando suelta algunos rugidos. Sin embargo, dentro las libertades que se toman, resulta irresistible la reinterpretación de cada uno de los personajes, los cuales, aunque conservan la esencia que les distingue y en términos generales la función que suelen tener, también adquieren otros matices, para así alcanzar una llamativa y a veces hasta abrumadora humanidad.
A dicho proceso se someten con fortuna desde la protagonista, a quien vemos cómo una pequeña niña que ha crecido en un merendero junto al cruce del tren, pasando por Peter Pan, que de presentarse como una especie de espectro fugitivo se convierte en una misteriosa y a veces peligrosa encarnación de la ingenuidad y arrogancia infantil, hasta el Capitán Grafio, quien aquí luce una de sus más crudas encarnaciones.
Es la dolorosa y despiadada génesis de este último, la que engloba todo el espíritu de un relato que, desde un principio, apuesta por un desarrollo ágil, alcanzando de esta forma el sentido épico y agridulce —no exento de cierta brutalidad—, que caracteriza a un cuento de hadas clásico, en el que estas brillan por su ausencia, pero que mantiene los simbolismos y la magia, impregnando con ella lugares que nos resultarán sumamente familiares, para recordarnos que tanto niños como adultos pueden encontrar la aventura sin necesidad de ir a tierras insólitas, y que, hasta el que aparentemente podría ser el peor de los villanos, puede encontrar la redención a través de ella.
LA RAZÓN