El llanto de Girón en los Juegos Olímpicos de Moscú 80

A Carlos Girón se le humedecieron los ojos cuando escuchó al juez en la piscina de Moscú decir que se repetiría el último clavado del soviético Alexander Portnov. Eran los Juegos Olímpicos de 1980 y el clavadista mexicano sintió por unos instantes que el oro colgaba de su cuello.

Había ocurrido lo siguiente”, comenta Jorge Rueda, quien en aquellos juegos estuvo al lado de Carlos Armando. Era su entrenador. “Carlos había sumado, con su último salto en la final del trampolín de tres metros, un total de 892.140 puntos. Sabíamos que la presión acabaría por tumbar a Portnov y el oro sería nuetsro”.

Y así fue. El clavadista local realizó un salto de dos y media vuelyas de holandés, justo cuando al lado se escuchó un estruendo por la final de mil 500 metros, en la piscina de al lado”.

Un pésimo salto de Portnov, la emoción en el rostro de Girón, hasta que los entrenadores soviéticos pidieron que se repitiera el salto. Argumentaron mucho ruido.

El segundo salto de Portnov fue un clavadazo”, recuerda el profesor Rueda. Alexander acumularía 905.025 puntos y se quedaba con el oro.

A Carlos se le salieron las lágrimas. Me dijo: no voy a recoger la medalla. Es injusto”.

Jorge Rueda convenció a Carlos de subir al podio, quien subió motivado por los propios periodistas soviéticos, quienes le trataban de decir en un inglés atropellado que él había sido el verdadero vencedor.

Años después nos enteramos que Alexander Portnov terminó viviendo en las calles, como un borrachito más en Moscú”, comenta el profe Rueda.

 

 

EL TARZÁN DE ACAPULCO

Carlos Girón nació en Mexicali, aunque la pronta separación de sus padres (María Elena y Humberto) lo llevó muy pronto a Ciudad Juárez, con la familia materna. Y de ahí, se mudaría en pocos meses al puerto de Acapulco, donde le nació el gusto por nadar y lanzarse al mar a un lado de La Quebrada.

Carlos lo platicó en muchas ocasiones: “Me sentía el Tarzán de las películas. Me iba con otros niños al malecón para sacar monedas de plata que los gringos tiraban al mar. Yo no sabía hablar inglés, pero mis amigos me enseñaron a decir ‘one peso’, ‘one coin to the water” y lanzarme lo más rápido posible antes de que la moneda llegara al fondo”.

La mala situación económica de doña María Elena la obligó a mandar a Carlitos a vivir con su padre en la Ciudad de México. Así llegó el niño a la colonia Casas Alemán, donde conviviría con sus primos Alfonso y Ramón.

¿Sabes nadar?, le preguntaron sus primos, quienes nadaban en la Unidad Morelos del IMSS. ¡Claro que sé y también me echo clavados!, respondió Carlitos. Entonces, el niño de 10 años conocería el profesor Jorge Rueda.

 

LA ÚLTIMA LLAMADA

Jorge Rueda, de 73 años, recordaba ayer que el 20 de diciembre habló por teléfono con Carlos (el día que enfermó). Tenían una comida pendiente.

El 3 de enero le marqué y me dijo que estaba hospitalizado y muy malo. ¡No juegues!, le contesté. Me había prometido esa comida cuando saliera del hospital”.

Ayer sonó su celular varias veces. Le anunciaron la muerte de Carlos.

 

 

LO VELARON EN FÉLIX CUEVAS

Carlos Girón se mantuvo bajo tratamiento médico, tras sufrir una neumonía severa agravada con una infección por bacteria intra-hospitalaria. Complicaciones posteriores asociadas con su enfermedad originaron su fallecimiento, ayer a mediodía.

Su cuerpo fue velado ayer en los servicios funerales de Gayosso en Félix Cuevas. Amigos y atletas olímpicos acudieron al velatorio para despedirlo. Girón tenía 65 años.

  -De la Redacción

 

 

 

Excelsior

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