Gobierno de Bolivia refuerza discurso de normalidad; desabasto sigue

Siguen las largas filas para cargar gasolina, pero hoy volvieron a abrir las escuelas. El gobierno de facto declara que Bolivia camina a paso firme a la normalidad pero las tiendas tienen anaqueles a medio llenar y los meseros de las zonas turísticas se aburren mirando las mesas vacías. Al lado de las notas donde los ministros del gobierno provisional dan mensajes alentadores, los medios locales publican otras que pintan un panorama apocalíptico para los productores agropecuarios y otros sectores productivos.

Con todo, hay una prueba de que llegó la gasolina a esta ciudad, pues volvieron los embotellamientos que se complicaron con un aguacero vespertino.

La Paz es la sede del poder público pero no el nudo del conflicto. Si bajó la tensión es porque las bases del MAS han dejado de manifestarse aquí los últimos días y porque en El Alto, la ciudad conurbada con larga tradición de protestas, y en otras zonas del país –como Chapare, bastión del presidente cocalero– decretaron una tregua respiro para, por un lado, permitir el paso de mercaderías ­y combustible, pero sobre todo para realizar cabildos (asambleas populares) y definir si continúan o no los bloqueos.

Lo explica así Adriana Guzmán, dirigente aymara de El Alto: “Este lunes hay cabildo, pero El Alto está esperando la decisión de Cochabamba. Ahí han querido partir. Chapare ha dicho que no está seguro, están en esa discusión, pero el Valle Alto ha dicho que va a mantener las movilizaciones. Es importante lo que diga el Chapare MAS, y lo que diga Senkata, porque aquí quienes tienen la palabra son Sacaba y Senkata, que tienen los muertos. Sacaba ha dicho que se va a mantener en las movilizaciones. Han dado un intermedio para que saquen gasolina y gas, pero se van a mantener”.

En El Alto está viva la memoria de la represión de 2003 –en el conflicto conocido como la Guerra del gas– que costó la vida a 81 personas y heridas a más de 400 luego de que el entonces presidente Gonzalo Sánchez Lozada, decidió sacar el Ejército a las calles.

Entonces y ahora, con todo y sus muertos, dice Guzmán, las organizaciones de El Alto han dado pruebas de que son corredoras de fondo. “Espero que se mantengan las movilizaciones, que logremos que Jeanine Áñez se vaya y a partir de ahí se den elecciones”.

En el centro del país parece caminar en la misma línea. En las redes sociales circulan videos que muestran a Nadia Cruz, Defensora del Pueblo (equivalente a la CNDH mexicana), en el cabildo de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, el bastión histórico de Evo Morales: “¡Hermanas y hermanos, ni olvido ni perdón, justicia!”, lanzó Cruz, mientras esperaban a la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Al lado de ella estaba un joven que ronda los 30 años, es vicepresidente de los sindicatos cocaleros y ha sido señalado como delfín del asilado presidente Morales quien lo placeó más de una vez.

Se llama Andrónico Rodríguez, estudió ciencias política, y antes de atraer la atención de Morales su mayor mérito había sido ostentar el cargo de secretario del deporte de su organización (no se olvide la futbolera pasión de Evo, que ha llenado Bolivia de anchas de futbol con pasto sintético).

En un video se alcanzan a escuchar gritos de “¡Andrónico, no estás solo!” y el joven dirigente toma la palabra para decir que en Bolivia no hay libertad de expresión desde el golpe, que hay una denuncia en su contra por sedición y que gracias al gobierno los jóvenes bolivianos están conociendo “lo que significa un gobierno de derecha”.

En su discurso, también dijo que pedirán explicaciones a las bancadas del MAS en la Asamblea Legislativa sobre por qué no instalaron una sesión para analizar la carta de renuncia de Evo Morales –como correspondía según la ley- y reconoció que hay una tregua “para organizarnos”, aunque también advirtió: “No nos vamos a desmovilizar”.

Rodríguez pidió a la multitud guardar “fidelidad a nuestro presidente aunque esté en otro país”

El joven dirigente estuvo el domingo en Senkata, en la ciudad de El Alto. A espaldas del edificio donde familiares de los asesinados rendían testimonio ante la delegación de la CIDH, Rodríguez “recibía muestras de apoyo y se tomaba fotos como si estuviera en campaña”, dijo un testigo.

Durante el debate de la nueva ley electoral –una formalidad puesto que los términos fueron pactados durante duras negociaciones secretas entre el gobierno de facto y la mayoría legislativa del MAS– los legisladores afines a Jeanine Áñez se llenaron la boca de palabras como “imparcialidad”, “limpieza” e “independencia”, al hablar de las cualidades que deberían tener las nuevas autoridades electorales (vocales del Tribunal Superior Electoral, TSE).

Para dar una prueba inequívoca de que las nuevas autoridades electorales serán independientes, Áñez designó –es un decir, porque todo mundo en Bolivia sabe que ella ocupa el cargo sólo por la casualidad de que era segunda vicepresidente del Senado pero que no tiene el mando– al séptimo vocal del TSE. El nombramiento recayó en Salvador Romero Ballivián, politólogo y escritor.

Evo Morales perdió un referéndum en 2016 y se empecinó en volver a sr candidato. Lo consiguió vía una resolución de la Corte Suprema que desde entonces sus opositores criticaron duramente.

Pero hay que decir que del otro lado tampoco soplan aires de renovación. Cuando Sánchez Lozada tuvo que abandonar Bolivia tras la llamada Masacre de Octubre, quien asumió la presidencia fue Carlos Mesa, adversario de Evo Morales en la reciente elección. Mesa está ya apuntado en la lista para las próximas elecciones que todavía no tienen fecha.

Romero Ballivián, el primer designado para organizar la nueva elección boliviana ya había ocupado un cargo similar entre 2004 y 2008, pues entonces el TSE tenía otro nombre. ¿Quién lo nombró en 2004? Acertó usted: Carlos Mesa.

 

La Jornada

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