En teoría los niños no deben roncar a diario, como sí pasa con muchos adultos. Pero algunos –al menos uno de cada diez– lo hace. En concreto, el 7,4% de los niños presenta ronquido primario durante el sueño y entre el 2% y el 4% síndrome de apneas o hipoapneas obstructivas del sueño (SAHS), según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).
“Que un niño ronque durante una semana o diez días porque tiene un catarro o una infección respiratoria es normal, no debe preocuparnos; pero si el ronquido diario se prolonga en el tiempo, durante meses, hay que comentarlo con el pediatra”, explica la doctora Olaia Sardón, especialista en Neumología Pediátrica de Separ.
Porque los ronquidos y las apneas infantiles se asocian a enfermedades cardiovasculares, arritmias, hipertensión arterial, hipertensión pulmonar o cor pulmonale, hipersudoración, enuresis (escapes de orina incontrolados) y retraso en el crecimiento, entre otras enfermedades, además de relacionarse con problemas de comportamiento y aprendizaje.
La doctora Sardón apunta que el ronquido y las apneas o pausas respiratorias son indicativos de problemas respiratorios del sueño que pueden producir alteraciones en el intercambio de gases al respirar y, a largo plazo, tener consecuencias en el sistema cardiovascular, en el metabólico y en las funciones neurocognitivas, puesto que si el niño no descansa bien, tiene un sueño inquieto o fragmentado, eso le pasa factura durante el día y puede significar que esté más irritable, más agresivo, que tenga más dificultad para mantener la atención y, en consecuencia, mayores dificultades de aprendizaje.
No obstante, todos estos riesgos pueden ser fácilmente evitables, porque lo más frecuente cuando un niño ronca es que tenga grandes las amígdalas (las populares anginas) y las adenoides (o vegetaciones), y si el pediatra valora que el ronquido está realmente afectando a la calidad del sueño o de la respiración, propondrá reducir esa hipertrofia con cirugía.
“La causa más frecuente del síndrome de apneas o hipoapneas del sueño en niños sanos es la hipertrofia adenoamigdalar, especialmente entre los tres y los seis años, y eso requiere un seguimiento por el pediatra y la familia para ver si el registro de sueño es normal; en ese caso o si es un SAHS leve y el niño descansa bien, si oye bien y no tiene problemas recurrentes de otitis ni amigdalitis, no hace falta intervenir; sólo se aconseja la cirugía de amígdalas o vegetaciones si el SAHS es moderado o severo”, resume Sardón.
La especialista en neumología pediátrica subraya que los niños con SAHS por hipertrofia adenoamigdalar suelen presentar una respiración bucal ruidosa e hiperextensión cervical (posición del cuello hacia atrás con apertura bucal) y pueden presentar dolor de cabeza por la mañana.
Claro que también hay niños en las que los ronquidos y problemas de apnea están relacionados con alguna malformación del paladar o de la mandíbula, con una rinitis alérgica, o con alguna anomalía craneofacial, como un mentón hundido hacia dentro, o con enfermedades neuromusculares.
“Si tu hijo ronca, tranquilo, no es una emergencia; pero si el ronquido persiste o te parece que mientras duerme hace pausas al respirar, debes comentarlo con el pediatra para que valore derivarlo a un centro donde se pueda hacer un registro del sueño, una prueba objetiva que permita confirmar si hay apneas o no y clasificarlas para así poder tratarlas”, concluye Sardón, que también considera conveniente revisar la presión pulmonar de los niños con problemas respiratorios moderados y severos al dormir.
Y si se trata de un ronquido aislados, esporádico o ligado a una rinitis alérgica o un catarro, su recomendación es controlar que pasados unos días desaparecen, sin más, sin recurrir a remedios caseros, fármacos ni tratamientos posturales “que no resultan efectivos” para evitar el ronquido infantil.
Fuente: Plano informativo